LAS SUBIDAS
Hola de nuevo. En la entrega anterior, terminé diciendo que en sucesivas entregas iba a describir las tres técnicas que, a mi modo de ver, son fundamentales conocer para practicar de forma placentera, y sobre todo divirtiéndonos, el bonito deporte del MTB. Esas tres técnicas, como ya adelanté, son tres: Las subidas, las bajadas y el singletrack. En ésta entrega, describiré, pero sin entrar en demasiadas profundidades, la técnica a aplicar en las subidas.
Todos estamos acostumbrados, gracias a la tele, a ver a los ciclistas que participan en las
grandes vueltas por etapas, como se tienen que enfrentar a subidas realmente
duras; El Tourmalet, la subida a los Lagos de Covadonga, el Mortirolo o la subida al Angliru entre otras cimas míticas, son el tipo de
etapas ciclistas que congregan a un mayor número de televidentes frente al televisor, y a
un gran número de aficionados al borde mismo de la carretera. La razón es, quizás, porque en este tipo de
terreno es más fácil ver a los grandes de la ruta o, simplemente porque aquí es
más fácil ver el sufrimiento, o el esfuerzo, del ciclista. En el MTB sucede algo parecido. Es precisamente en las subidas donde mayor concentración
de aficionados hay en cualquier carrera. Por lo que da que pensar que algo
tendrán las subidas para que se concentre tanta gente en cualquier competición. Pero claro, eso es en el ámbito de la competición.
Pero si nos referimos a las subidas como simples aficionados y sin ánimo de competir, la cosa cambia un poco. Por de pronto en las subidas del monte ya no se ve a tanta concentración de gente jaleándote para que subas más deprisa, Será que no eres famoso. O también porque eso de ver como sufren los demás, mientras que tu estás sentado tranquilamente en el suelo, con una cervecita fresquita, es más atractivo que estar sufriendo haciendo una subida.
De todas maneras, para alguien que empieza en el MTB, o para un
simple espectador, lo que más le llama la atención es la relativa facilidad que
tienen este tipo de maquinas, para superar pendientes con porcentajes de
inclinación superiores, en muchos casos, a las pendientes que hay en la
carretera. La razón de esta sorpresa, es que se tiende a comparar la bici de
montaña con la de carretera, siendo un gran error el hacerlo. La única
similitud entre ambas bicicletas es, que las dos se llaman bicicletas y que las
dos tienen el mismo sistema de transmisión, y aquí se acabaron todas las
comparaciones.
Por construcción, con una bici de montaña siempre será más fácil superar
pendientes con porcentajes de subida más altos, que con una bici de carretera. Por eso en montaña, la técnica
para superar pendientes es algo distinta. Por los caminos del monte, te puedes
encontrar todo tipo de obstáculos en una subida. Me estoy refiriendo a raíces, piedras sueltas, regueros que el agua de lluvia hace al discurrir
ladera abajo, hojarasca o arena suelta entre otros. Para cada una de esas situaciones, habrá que emplear una u otra técnica. Bueno, más que técnicas distintas, serán variaciones de la técnica, llamémosla principal.
Por ejemplo, si te encuentras subiendo una cuesta y de repente aparece ante ti
una raíz de una cierta entidad, deberás tratar de elevar la rueda delantera lo
suficiente como para que ésta no se quede bloqueada al tropezar con la raíz. O
en su defecto, si no tienes la habilidad de levantar la rueda delantera,
deberás efectuar un cambio en la postura del cuerpo, echando éste hacia atrás,
para que la rueda delantera, al perder peso en su eje, le sea más fácil superar
el obstáculo. Alguno pensará que también se puede poner a pedalear de pie, para
que sea más fácil superar el obstáculo, vale, eso puede estar bien. Pero siempre y
cuando la pendiente de la subida no sea muy elevada.
Cuando se sube por una pendiente cuyo desnivel
está entre el 15 ó el 20 %, no es muy aconsejable ponerse de pie. Si nos ponemos de pie para pedalear, es cierto que se aplica más fuerza a los pedales, pero también es cierto que disminuye el grado de adherencia de los
neumáticos, sobre todo en la rueda trasera. Hay que recordar que rodar por los
caminos de tierra, no es como ir sobre el asfalto. En los caminos de tierra hay
que procurar que los neumáticos tengan siempre un contacto muy elevado con el
suelo, y procurar aplicar el peso en los ejes de forma que en cada eje haya un peso suficiente como para que ninguna de las ruedas patine, de ésta manera obtendremos la mayor adherencia posible, y eso se
consigue yendo sentados en el sillín, y desplazando el cuerpo hacia
la rueda delantera para añadir más peso en ese eje. ¿Cuanto hay que desplazar el cuerpo? Pues dependerá de lo inclinada que sea la subida en la que estemos inmersos. Cuanto más empinada sea la subida, más deberemos desplazar el cuerpo hacia adelante. Así estarás consiguiendo dos
cosas: La primera es que habrá un desplazamiento de masas hacia la rueda
delantera, equilibrando el peso que cada rueda recibe. Por lo que si das una
pedalada, evitarás que la rueda delantera se despegue del suelo. La segunda es
que conseguirás desplazar el centro de gravedad del conjunto bici-ciclista a un
nivel más cerca del suelo, con lo que la bici será más estable en la subida, a
la vez que no comprometes la adherencia de la rueda trasera evitando que ésta
patine.
En el primer caso, si ese
desplazamiento de masas no se produce de forma adecuada hacia la rueda
delantera, en cada pedalada que des harás que ésta se despegue del suelo, con lo
que perderás la direccionalidad de la bici, haciendo que sea más difícil el
control de ésta en plena subida, sin mencionar la pérdida de adherencia de ese
neumático. En el segundo caso, si el
desplazamiento del centro de gravedad no es lo suficientemente efectivo,
conseguirás que ante una elevación momentánea de la pendiente, la bici vuelque
para atrás con el consiguiente trompazo que eso conlleva. Cuando el grado de la pendiente
es menor de ese 15 ó 20 %, no será ningún problema ponerse de pie para
pedalear, aunque si el terreno está muy suelto la rueda trasera tenderá a
patinar, haciendo que pierdas una pedalada. Se me olvidaba, el pedalear de pie es efectivo en pendientes no demasiado inclinadas, pero también es la mejor manera de agotar tus fuerzas de una forma bastante rápida.
A mucha gente, sobre todo cuando empieza, eso de
liarse a subir cuestas con una bici, como que no lo ve. La mayoría de la gente
que empieza en esto del MTB, tienen una especie de reparo a eso de liarse a
subir por un sendero cuya pendiente le parece muy elevada. Sin embargo, cuando
se progresa en este deporte, muchos y muchas se dan cuenta de que subir una
determinada pendiente no es tan malo como parecía en un principio. No hay que olvidar, que si queremos luego disfrutar haciendo una bajada, primero tendremos que subirla.
Cuando el ciclista de montaña empieza a sentir que hacer una subida no es tan duro, como en un principio pudiera parecer, es que de verdad se está progresando en el MTB y al
final, las cuestas arriba, incluso se agradecen. Para llegar a conseguir ese
progreso en las subidas hay que conocer primero de qué forma puedes usar los
cambios de la bici.
Ahora, en muchas bicis, el
mando de cambio trasero está numerado del 1 al 9 ó 10, correspondiéndose el “1”
con el piñón de la rueda trasera más grande. Y el “9” o “10” con el piñón más
pequeño. Eso no implica que haya que poner un número determinado en el mando,
para subir una determinada cuesta. La relación optima para afrontar una subida,
será aquella que nos permita tener una cadencia de pedaleo regular mientras
vamos ascendiendo. El hecho de que una pendiente tenga un 15% de desnivel, no
implica que haya que usar una determinada relación, ya que los números impresos
en el cuerpo del cambio, solo están para orientar al ciclista en qué piñón está
engranada la cadena en ese momento. Con esa información, podremos partir de un punto a la hora de engranar un piñón cuando se haga una subida que es la primera vez que se hace.
De lo que se trata es de subir la pendiente de
la forma más “cómoda” posible, y si para ello hay que poner la relación más
corta que la bici tenga (lo que se conoce vulgarmente como llevar el molinillo) pues se pone y
listos, que no hay que demostrar nada a nadie, ni siquiera a nosotros
mismos. Aunque eso es una cuestión personal.
Y para terminar permitidme una reflexión: Para
mucha gente, el subirse a una MTB y comenzar a pedalear cuesta arriba por un
sendero de montaña, es algo que no se puede explicar. A pesar de la subida y
del cansancio, uno se siente feliz. Y cuando se llega a la cima, te das cuenta
de que has llegado contando solo con tu propio esfuerzo, y tienes la sensación
de estar por encima de todos los problemas diarios, sintiéndote por un momento
satisfecho y feliz. Sin embargo y a pesar de esta idílica visión, para poder
enfrentarnos a una subida en condiciones, deberemos prepararnos física y mentalmente.
Cuando salimos a la montaña con la bici, tenemos que tener claro que no todo
van a ser bajadas largas y llaneos rápidos. En tus
incursiones por el monte te encontrarás sin duda, con subidas. Algunas serán duras
y otras no tanto, y muchas veces, en plena subida, te asaltaran pensamientos tales
como: “¿Pero se puede saber qué demonios
hago yo aquí? Con lo bien que estaría ahora tumbado en una pradera a la sombra
de un pino, disfrutando de una cervecita bien fría en lugar de estar aquí,
sudando la gota gorda. Si no me van a dar ningún premio”. Sin embargo, y a pesar de esos pensamientos negativos, hay algo que te hace avanzar, algo
te “empuja” hacia arriba y sigues pedaleando, cuando podrías pararte en
cualquier momento, recuperarte y seguir hacia arriba con la escalada, o dar media vuelta. Es una
sensación que solo la podrán entender aquellas personas que hayan estado en una
situación similar.
Es, por
definirlo de alguna manera, la misma sensación que a todos nos asalta alguna
vez en nuestra vida, y que nos impulsa a hacer algo determinado, que sabemos
que no necesitamos hacerlo, pero aún así, lo hacemos.
En la próxima entrega hablaré de las bajadas.
Ángel Tejedor
Un aficionado a la bici de montaña
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